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Islas del Titicaca

Día 2: La Isla de La Luna y la Isla del Sol

El día comenzó muy temprano con un mate de coca y pan con huevito revuelto. La embarcación que nos llevaría a las islas del Sol y de la Luna saldría a las 8 en punto. Bueno como que en punto, en punto no. En nuestros países nada es en punto, pero eso es otro tema. Una pequeña embarcación dispuesta para unas 25 personas aproximadamente esperaba por nosotros. La primera parada es la Isla del Sol, a casi 2 horas de navegación por el Gran Lago.

El frío es cada vez más intenso a medida que nos adentramos en las aguas del lago. A pesar que la embarcación es cerrada y bastante cómoda, por entre medio de las viejas ventanas se filtra la brisa fresca del altiplano. No obstante el frío, la vista es hermosa y sobrecogedora, con las altas montañas como telón de fondo y la inmensidad del lago. Creo que la leyenda no se equivoca en mencionar que Viracocha eligió el más solemne paisaje para dar vida al imperio del Tawantinsuyo.

Después de una relajante navegación llegamos a la Isla de la Luna. El sol nos recibe con un cálido abrazo que nos da la bienvenida y la energía necesaria para comenzar un breve treking para llegar a lo más alto de la isla. Ojo, estamos a 3900 m.s.n.m. y se siente… y por de pronto bastante.
Actualmente la isla está habitada por unas cuantas familias de indígenas de origen quechua y aimara dedicadas a la agricultura, el pastoreo y -por supuesto- la venta de artesanías a los visitantes.
Nuestro sendero nos lleva a lo más alto de la isla para comenzar a bajar hacia el otro lado, hasta el templo Iñakuyu o Palacio de las Vírgenes. En este templo habitaban las Vírgenes del Sol que aprendían variados oficios, sobre todo el tejido. Éstas podían llegar a ser las esposas secundarias del Inca; incluso podían ser empleadas para el sacrificio. A la Isla de la Luna sólo podía entrar el emperador Inca, máxima autoridad del imperio.
El templo está muy bien conservado, a pesar del fuerte viento y las constantes lluvia que azotan la isla.

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Ya cerca del mediodía y luego de las fotos de rigor, seguimos nuestro viaje a la más importante y grande isla del Titicaca, la Isla del Sol. Su nombre original es Isla Titicaca (puma de piedra) y por ello el lago lleva su nombre.  Unos 50 minutos de navegación separan una isla de la otra.
Del otro lado, nos recibió un pequeño muelle enclavado a los pies de un cerro, señal que había que caminar (en subida).
Lo primero que llama mi atención es un templo enclavado a mitad de camino. Este templo es nada menos que Pilkokaina, que significa “el sitio donde descansa el ave”,  siendo el ave el Inca para quien se erigió esta suntuosa residencia temporal, cuya vista apunta caprichosamente a la Isla de la Luna. En sus paredes, hechas de piedra unida con mortero de barro, se abren varios nichos trapezoidales que sirvieron como altares. No sé si para bien o para mal, puedes entrar el templo y recorrer todos sus rincones. Lamentablemente siempre te encuentras con la huella desagradable de gente inescrupulosa que deja basura a su paso.
Desde Pilkokaina sigues subiendo y subiendo el sendero hasta llegar a un pequeño mirador desde donde puedes obtener fotos espectaculares del lago. Desde la zona alta de Yumani el camino desciende de forma abrupta hacia el embarcadero  y el tramo final se realiza por la Escalera del Inca. Esta vez, y por la viveza del guía, me tocó de bajada, porque subirla es bastante pesada.

Luego de un merecido descanso y un sencillo pero reponedor almuerzo, tomamos nuestra embarcación para volver a Cocapabana.

Cabe señalar que la Isla del Sol está habitada por 3 comunidades aimaras y quechuas, y se divide en la parte norte, centro y sur. Estas comunidades están en constante conflicto por lo que por seguridad sólo pude visitar la parte sur de la isla, el poblado de Yumani.

La tierra estaba habitada por hombres feroces que no tenían ni religión, ni justicia, ni moral. Inti, el dios Sol, viendo esto decidió enviar un gran diluvio para destruir a los hombres malos. El diluvio formó el Gran Lago y desde acá Manco Capac debía conquistar el mundo formando un imperio, el imperio del Tawantinsuyo.
Fue así que Manco Capac se dirigió al norte con una vara de oro en su mano en busca de tierra fértil. Cusco fue el lugar elegido, y desde el Cusco el imperio luego se extendería desde Colombia hasta Chile, pasando por Ecuador, Bolivia y parte de Argentina. Los cuatro Suyos.
Y desde aquí partiremos tras los pasos de Manco Capac hasta la ciudad sagrada de Machu Picchu.

Después de poco más de 1 hora de navegación, ya estaba de vuelta en Copacabana esperando el bus que me llevará a Puno. El frío y la lluvia me despedían de Bolivia. Me llevo la calidez y sencillez de su gente, un pueblo amable al que prometí volver.

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