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Gocta, ¡771 metros de agua!

Cuenta la leyenda que Gregorio, un aldeano de Cocachimba, visitaba secretamente a la sirena que habitaba las aguas de Gocta. Su mujer sospechando de las tardanzas de su marido, lo siguió secretamente hasta la cascada escondiéndose detrás de unas rocas. La sirena dándose cuenta de la presencia de la mujer, tomó a Gregorio y desaparecieron juntos en las profundidades de la cascada.»

Escondida en las montañas altas de la región de Amazonas, a unos 30 kms de Chachapoyas (distante 1 hora 50 minutos de vuelo desde Lima), se encuentra imponente y esquivo uno de los saltos de agua más grandes del Perú: Gocta. Llegar acá es toda una aventura. Desde Chachapoyas a Cocachimba hay poco más de 1 hora. El camino me sorprende curva tras curva a medida que avanzamos bordeando el río Uctubamba. De pronto, al fondo del camino comenzamos a divisar majestuosa La Chorrera, como localmente se le conoce a Gocta. Pero aún faltan otros 5 kilómetros! A caminar se ha dicho.

A los 5 minutos de haber salido de Cocachimba a 1.800 m.s.n.m., el camino se encarga de advertirme que no será fácil… me encuentro en una subida con una mediana inclinación, pero interminable. Pero vamos! El entusiasmo me mantiene moralmente activo.

Luego de casi 1 hora caminando, comienzo a bajar zigzagueando una abrupta quebrada, para inmediatamente después comenzar a subir otra.

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El paisaje a mi alrededor es una portada cada 2 pasos. El canto de las diferentes aves se mezcla con un cada vez más fuerte sonido del agua. La vegetación es tupida, pero el sendero se abre paso sin mayor dificultad. Subidas y bajadas, unas más inclinadas que otras. Estás en medio de la selva con la única intención de obtener la mejor toma de La Chorrera. Tienes claro que luego de los 5 kilómetros que separan a Gocta de Cocachimba tendrás que volver sobre tus pasos los mismos 5 kilómetros. Y que la tan ansiada bajada, luego será subida.

De pronto, después de 1 hora 50 minutos, ahí está! Pareciera que La Chorrera entiende el sacrificio y se muestra tal cual es, eterna y majestuosa con sus 771 metros de altura. El sendero es interrumpido por un pequeño mirador que está a unos 100 metros de donde revienta la catarata. La brisa produce una tupida lluvia de gotas tan persistentes que es difícil obtener una buena foto. Desde el mirador se extiende un estrecho caminito de unos 50 metros hasta una pequeña bahía que se forma con la caída. Estando a sus pies puedo sentir la fuerza del agua y un viento frío que reconforta mi fatigado cuerpo para luego de unos 20 minutos, nuevamente pie al camino.

El regreso es igual de pesado (y más) que la ida; pero voy de vuelta con la alegría de la misión cumplida.

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